Por Ramón Núñez
La connotación de la lengua que
denota en el autor su procedencia, sus diferentes etapas en su formación
intelectual. La prosa de Sánchez va creciendo en la medida que se desarrolla el
texto. Guillermo, Mike, el tío Raúl, Alan y Amanda, pasan por diferentes etapas
en su vida. Sin embargo, existen en la novela otros elementos a destacar, como
la crítica social: “Pienso en la Guerra de Irak. (…) George Washington era un
pérfido rebelde; hoy son sus descendientes quienes asedian a otras naciones con
un espectáculo de soldados extranjeros. Cierro el libro y medito sobre esa
paradoja”. Rubén nos deja como el resplandor de un cuchillo su compromiso con
el movimiento de la Primavera Árabe. Ahora bien, la genialidad de Sánchez se
reproduce cuando nos expone a la reingeniería de la imaginación en el cuarto
lleno de anguilas, todavía siento, a semanas de haber leído la obra, las
gigantesca anguilas saliendo, desbordando las tinas para merodear por el
cuarto, con vida propia, como animales pensantes al encontrarse a oscuras con
Alan, donde el autor expresa: “Me doy un trago de chocolate. Trato de precisar
el cuerpo de Alan, los objetos en torno mío. Pero los ojos no me bastan. Así
que huelo las formas, las escucho, defino las revistas apiñadas en las repisas,
los libros, las jaulas. El chocolate tiene un sabor rectangular, sólido. Por
allí, detrás de la pared, debe de haber una telaraña, me digo y acto seguido la
veo con claridad (…)” La precisión del lenguaje, las metáforas, el buen uso de
las figuras de dicción presagian que Rubén Sánchez Féliz será, si es que ya no
lo es, una de las columnas vertebrales de la literatura dominicana en el
exterior.
25 de octubre de
2014, NY
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