Por Minelys Sánchez
Cuando
nos aventuramos a leer una novela, siempre debemos tener presente que nos vamos
a introducir en un mundo ficticio y, si se quiere, complejo. Con unos
personajes cuyas vidas, fuera de lo común, han de haber impresionado de tal
manera al autor que este ha decidido compartir sus hazañas con todos sus
lectores. Por lo regular, las novelas están llenas de un lenguaje y unos
elementos simbólicos que posiblemente a más de un lector le cueste interpretar
de un solo golpe. Esta es justamente una particularidad de la obra que nos
disponemos a tratar en esta oportunidad. Un
cuarto lleno de anguilas nos ofrece una amplia gama de posibilidades simbólicas
e impresiones que creo vale la pena resaltar.
En
esta ocasión, Rubén Sánchez Féliz nos presenta una novela corta de majestuosa
artimaña que nos introduce a un mundo fortuitamente real, sin embargo, no deja
de ser un mundo inventado con un sinfín de posibles significados. Podemos
empezar citando el título de la novela: Un
cuarto lleno de anguilas. Probablemente usted, al igual que yo, lo primero
que se pregunte es ¿cuál es su significado? ¿A dónde quiere llevarnos el autor?
Son
las anguilas en este caso una de esas imágenes arquetípica a la que se refería
Karl Jung, que busca conectarnos con el pasado y el futuro de los protagonistas
de la historia. Recordemos que la anguila es una criatura compleja y fascinante
que ha maravillado a los naturalistas de todos los tiempos, se dice que hasta
Aristóteles estuvo maravillado por esta criatura, por la cantidad de enigmas
que presenta su biología. Incluso en la actualidad siguen llenas de misterios
sin resolver.
Es
esto lo que nos presenta el autor con este título. Un mundo fascinaste repleto
de personajes tan fantásticos y enigmáticos que por momentos parecen algo
surrealistas, como es el caso de Alan, un ornitólogo de profesión cuya
fascinación por la naturaleza le hace interesarse por una extraña especie de
pez, a tal punto de tener un cuarto lleno de anguilas eléctricas (una especie
preservada que habita en los ríos Orinoco y Amazonas, en Sudamérica).
Pero
hay otros simbolismos muy interesantes en esta novela. Por ejemplo, hay un rompecabezas
en el que el tío Raúl, un personaje quizás no tan ininteligible como Alan, pero
un hombre que también se trae lo suyo y guarda una especie de secreto que
mantiene al lector interesado en su misterio, mientras él sigue absorto en un
acertijo que no logra terminar. Está también el famoso cuadro “El ahorcado”, del
pintor francés Paul Cézanne, que afecta significativamente la psique de Guillermo,
protagonista de la historia.
En
el fondo, desde mi punto de vista, claro está, nos encontramos frente a una
novela moderna. Y cuando digo moderna, no me refiero solamente a que la misma
transcurre en la ciudad de Nueva York de nuestros días, sino más bien a los
conflictos que afectan a la sociedad en la que nos ha tocado vivir.
Apenas
un par de años atrás, decir que uno había tenido que ir a ver el psicólogo, era
un secreto familiar. Sin embargo, ahora es casi un lujo decir que “yo sufro de
un trastorno de personalidad” y uno se pregunta, ¿a qué se debe este cambio? La
respuesta parece estar ahí. El mundo moderno que está lleno de todo y, sin
embargo, está completamente vacío. Paradójico,
¿cierto? Pero detengámonos un momento en los personajes de esta novela corta y
confrontemos sus realidades.
Empecemos
por Guillermo, el personaje principal. Un muchacho con cierta perspectiva en la
vida. Con posibilidad de estudiar, de ser alguien. Sin embargo, es un personaje
distraído, conforme, el tipo seguidor que no toma iniciativa sino que, por el
contrario, deja que otros decidan por él. Y esto ¿por qué? Cualquier psicólogo
no tendría que hacer una exhaustiva búsqueda para diagnosticar a Guillermo: la
ausencia del padre en la niñez del muchacho hizo su estrago.
Pero
sin andar muy lejos, tropezamos con Mike, el mejor amigo de Guillermo quien
habiendo nacido en buena cuna, aunque por accidente y con una deformación en
los ojos que lo hacen mirar siempre enfocando para un punto equivocado, se
refugia en una falsa alegría para disfrazar la cruz que él, como la mayoría de
los personajes, lleva por dentro.
El
tío Raúl y Alan, dos personajes refugiados en actividades que para cualquiera
de nosotros resultaría inútiles y de alguna manera descabelladas. Sin embargo,
Rubén nos deja claro que estamos frente a un mundo donde la soledad es el
aliado perfecto del hombre moderno. ¿Por qué? Por razones diversas, como
podemos ver en la novela de Sánchez Féliz. Guillermo, por ejemplo, parece no
poder superar la desaparición de su padre. Mike, a quien no parecía afectarle
su ojo bizco ni el hecho de ser un hijo no deseado, fingía. El tío Raúl que no acepta la pérdida de su
gran amor y Alan, a quien nada a parte de su cruce de aves parece importarle,
es quien concluye que la vida de estos personajes encuentra su refugio dentro
del propio laberinto que cada quien se ha formado. Alan lo encuentra en ese
cuarto lleno de anguillas donde sólo él tiene permiso de entrar. Raúl en el
rompecabezas que se niega a terminar y Guillermo, en el amor y la soledad del
cuento que acaba de escribir y que Alan, atinadamente, le predice que ese será
su laberinto.
Un cuarto lleno de anguilas es una novela innovadora que corre por los pasillos de
Nueva York, cargando la tragedia de la vida moderna. Entre ellos, un tema que
es imposible pasar por alto, es la emigración y las cargas negativas que la
misma arrastra consigo. Creo definitivamente que esta novela de Rubén Sánchez
Féliz tiene todos los elementos necesarios de una novela estupenda.
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