29 de octubre de 2013

UN CUARTO LLENO DE ANGUILAS

                                                         
Por Minelys Sánchez




Cuando nos aventuramos a leer una novela, siempre debemos tener presente que nos vamos a introducir en un mundo ficticio y, si se quiere, complejo. Con unos personajes cuyas vidas, fuera de lo común, han de haber impresionado de tal manera al autor que este ha decidido compartir sus hazañas con todos sus lectores. Por lo regular, las novelas están llenas de un lenguaje y unos elementos simbólicos que posiblemente a más de un lector le cueste interpretar de un solo golpe. Esta es justamente una particularidad de la obra que nos disponemos a tratar en esta oportunidad. Un cuarto lleno de anguilas nos ofrece una amplia gama de posibilidades simbólicas e impresiones que creo vale la pena resaltar.
En esta ocasión, Rubén Sánchez Féliz nos presenta una novela corta de majestuosa artimaña que nos introduce a un mundo fortuitamente real, sin embargo, no deja de ser un mundo inventado con un sinfín de posibles significados. Podemos empezar citando el título de la novela: Un cuarto lleno de anguilas. Probablemente usted, al igual que yo, lo primero que se pregunte es ¿cuál es su significado? ¿A dónde quiere llevarnos el autor?  
Son las anguilas en este caso una de esas imágenes arquetípica a la que se refería Karl Jung, que busca conectarnos con el pasado y el futuro de los protagonistas de la historia. Recordemos que la anguila es una criatura compleja y fascinante que ha maravillado a los naturalistas de todos los tiempos, se dice que hasta Aristóteles estuvo maravillado por esta criatura, por la cantidad de enigmas que presenta su biología. Incluso en la actualidad siguen llenas de misterios sin resolver.  

Es esto lo que nos presenta el autor con este título. Un mundo fascinaste repleto de personajes tan fantásticos y enigmáticos que por momentos parecen algo surrealistas, como es el caso de Alan, un ornitólogo de profesión cuya fascinación por la naturaleza le hace interesarse por una extraña especie de pez, a tal punto de tener un cuarto lleno de anguilas eléctricas (una especie preservada que habita en los ríos Orinoco y Amazonas, en Sudamérica).   
Pero hay otros simbolismos muy interesantes en esta novela. Por ejemplo, hay un rompecabezas en el que el tío Raúl, un personaje quizás no tan ininteligible como Alan, pero un hombre que también se trae lo suyo y guarda una especie de secreto que mantiene al lector interesado en su misterio, mientras él sigue absorto en un acertijo que no logra terminar. Está también el famoso cuadro “El ahorcado”, del pintor francés Paul Cézanne, que afecta significativamente la psique de Guillermo, protagonista de la historia. 
En el fondo, desde mi punto de vista, claro está, nos encontramos frente a una novela moderna. Y cuando digo moderna, no me refiero solamente a que la misma transcurre en la ciudad de Nueva York de nuestros días, sino más bien a los conflictos que afectan a la sociedad en la que nos ha tocado vivir.  
Apenas un par de años atrás, decir que uno había tenido que ir a ver el psicólogo, era un secreto familiar. Sin embargo, ahora es casi un lujo decir que “yo sufro de un trastorno de personalidad” y uno se pregunta, ¿a qué se debe este cambio? La respuesta parece estar ahí. El mundo moderno que está lleno de todo y, sin embargo, está completamente vacío.  Paradójico, ¿cierto? Pero detengámonos un momento en los personajes de esta novela corta y confrontemos sus realidades.
Empecemos por Guillermo, el personaje principal. Un muchacho con cierta perspectiva en la vida. Con posibilidad de estudiar, de ser alguien. Sin embargo, es un personaje distraído, conforme, el tipo seguidor que no toma iniciativa sino que, por el contrario, deja que otros decidan por él. Y esto ¿por qué? Cualquier psicólogo no tendría que hacer una exhaustiva búsqueda para diagnosticar a Guillermo: la ausencia del padre en la niñez del muchacho hizo su estrago.
Pero sin andar muy lejos, tropezamos con Mike, el mejor amigo de Guillermo quien habiendo nacido en buena cuna, aunque por accidente y con una deformación en los ojos que lo hacen mirar siempre enfocando para un punto equivocado, se refugia en una falsa alegría para disfrazar la cruz que él, como la mayoría de los personajes, lleva por dentro.    
            El tío Raúl y Alan, dos personajes refugiados en actividades que para cualquiera de nosotros resultaría inútiles y de alguna manera descabelladas. Sin embargo, Rubén nos deja claro que estamos frente a un mundo donde la soledad es el aliado perfecto del hombre moderno. ¿Por qué? Por razones diversas, como podemos ver en la novela de Sánchez Féliz. Guillermo, por ejemplo, parece no poder superar la desaparición de su padre. Mike, a quien no parecía afectarle su ojo bizco ni el hecho de ser un hijo no deseado, fingía.  El tío Raúl que no acepta la pérdida de su gran amor y Alan, a quien nada a parte de su cruce de aves parece importarle, es quien concluye que la vida de estos personajes encuentra su refugio dentro del propio laberinto que cada quien se ha formado. Alan lo encuentra en ese cuarto lleno de anguillas donde sólo él tiene permiso de entrar. Raúl en el rompecabezas que se niega a terminar y Guillermo, en el amor y la soledad del cuento que acaba de escribir y que Alan, atinadamente, le predice que ese será su laberinto.

Un cuarto lleno de anguilas es una novela innovadora que corre por los pasillos de Nueva York, cargando la tragedia de la vida moderna. Entre ellos, un tema que es imposible pasar por alto, es la emigración y las cargas negativas que la misma arrastra consigo. Creo definitivamente que esta novela de Rubén Sánchez Féliz tiene todos los elementos necesarios de una novela estupenda.

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